benedicto-xsiLa crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas.

BENEDICTO XVI, Caritas in Veritate

Benedicto XVI, Joseph Alois Ratzinger (*Marktl am Inn, Baviera, Alemania, 16 de abril de 1927) Tras el fallecimiento de Juan Pablo II, fue elegido como el 265º Papa el 19 de abril de 2005 por los cardenales que votaron en el cónclave.

Joseph Ratzinger -siendo arzobispo de Múnich y tras una larga e importante carrera como profesor de Teología- había sido nombrado cardenal por el Papa Pablo VI en 1977. Había participado en el Concilio Vaticano II como asesor teológico del cardenal Josef Frings. En 1981 fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Juan Pablo II, quien también le nombró decano del Colegio Cardenalicio y, como tal, cardenal-obispo de Ostia en 2002.

cache_2415682593Como cardenal decano, presidió los funerales de su predecesor, el Papa Juan Pablo II. Sus primeras palabras como sumo pontífice fueron: «Queridos hermanos y hermanas, después del gran papa Juan Pablo II los señores cardenales me eligieron, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones».
Ratzinger domina por lo menos seis idiomas (alemán, italiano, francés, latín, inglés y español), además lee el griego antiguo y el hebreo. Es miembro de varias academias científicas de Europa y ha recibido ocho doctorados honoris causa de diferentes universidades (entre otras, de la Universidad de Navarra y de la Pontificia Universidad Católica del Perú en 1986); además es ciudadano honorífico de la comunidad de Pentling (1987), Marktl (1997), Traunstein (2006) y Ratisbona (2006).

Es un experto pianista y su compositor favorito es Mozart. Es el sexto (quizás séptimo, según la procedencia de Esteban VIII, de quien se desconoce si nació en Roma o en Alemania) Papa alemán desde Víctor II. En abril de 2005 fue incluido en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time.

El último Papa llamado Benedicto fue Benedicto XV, quien ostentó el cargo de 1914 a 1922, es decir, durante la Primera Guerra Mundial.

Nació en Marktl am Inn, Baviera el 16 de abril de 1927, a las 8:30, en la dirección Schulstraße 11, la casa de sus padres. Fue bautizado el mismo día que nació que además era un sábado de Gloria en la diócesis de Passau. Es el tercero y más joven de los hijos del Sr. Joseph Ratzinger (n. 6 de marzo de 1877, † 25 de agosto de 1959), un oficial de policía, y de María Ratzinger (n. 7 enero de 1884, † 16 diciembre de 1963, nacida Peinter). Su familia materna es originaria de Rio di Pusteria (Mühlbach), en el Alto Adigio.

Su hermano Georg Ratzinger (nacido en 1923), también sacerdote, aún vive. Su hermana María Ratzinger, quien nunca se casó, administró la casa del cardenal Ratzinger hasta su muerte en 1991. A la edad de cinco años, Ratzinger estaba con un grupo de niños que dieron la bienvenida al visitante cardenal arzobispo de Múnich con flores. Impresionado por la vestimenta del cardenal, más tarde anunció que quería llegar a ese cargo.

Dos años después de su nacimiento, el 11 de julio de 1929, su familia se mudó a Tittmoning y el 5 de diciembre de 1932 se mudó nuevamente, esta vez a Aschau am Inn y fue aquí que Joseph vivió su tiempo escolar, en la década de los 30, después del fortalecimiento del nacionalsocialismo. El padre de Joseph compró una pequeña casa de campo en Hufschlag en Traunstein; este lugar es recordado por Ratzinger como «el verdadero hogar» de su familia.

El padre de Joseph, debido a su trabajo en la gendarmería, debía ser muy flexible en cuanto a su ubicación. A pesar de que sus padres tenían algunas cargas económicas, lo enviaron al seminario de San Miguel, donde se desempeñó como un estudiante dedicado.

A los 16 años, fue llamado a filas, como tantos jóvenes que al final de la guerra fueron militarizados[] y se le destinó a la protección de la fábrica de BMW en Traunstein, en las afueras de Múnich, ciudad que fue bombardeada masivamente. Prestó servicio entre abril de 1943 y septiembre de 1944. En este tiempo asistió al instituto de segunda enseñanza «Maximiliansgymnasium». A las preguntas de un superior, contestó que quería ser sacerdote. Estuvo luego, tras la instrucción básica, destinado en Austria, concretamente en la protección anti-tanque.

En 1944 comenzó su entrenamiento básico en Hungría, tomó parte en el «Reichsarbeitsdienst» que era un servicio de estrategia, donde él, junto con otros compañeros, construyeron sistemas para cerrar el paso a diferentes tanques de guerra. Ratzinger desertó en los últimos días de la guerra, pero fue hecho prisionero por soldados aliados en un campo cerca de Ulm en 1945. Como seminarista del seminario diocesano, entonces sito en Traunstein, hizo su examen de bachillerato en «Chiemgau-Gymnasium» (Instituto Chiemgau) en Traunstein.

Desde 1946 hasta 1951 Ratzinger estudió Teología católica y filosofía en la universidad de teología y filosofía de Freising, así como en el Herzogliches Georgianum de la universidad de Múnich y Friburgo. Según sus propias palabras, sus mayores influencias filosóficas, después de un periodo de interés por el neo-Kantismo, fueron sobre todo las obras de Gertrud von le Fort, Ernst Wiechert, Elisabeth Langgässer, Theodor Steinbüchel, Martin Heidegger y Karl Jaspers. Igualmente, se refiere a Fiódor Dostoyevski como una fuerte influencia literaria. En su discurso final Ratzinger trató el tema: Cambio de pensamiento. En cuanto a los escolásticos, su interés se centró en San Buenaventura.

cache_2415682594Sus comienzos no estuvieron exentos de disgustos, su primer escrito de tesis sobre San Buenaventura le fue devuelto en 1954 con una severa crítica del profesor Michael Shcmaus. Sus enfoques empezaban a romper esquemas tradicionales de la época, lo que le ocasionaba alguna incomprensión y dificultad.

Ratzinger ingresó como profesor en la Universidad de Bonn en 1959; su conferencia inaugural fue acerca de «El Dios de la fe y el Dios de la filosofía». En 1963 se fue a la Universidad de Münster, donde al dar su conferencia inaugural ya era bien conocido como teólogo. En el Concilio Vaticano II, sirvió como asesor teológico del cardenal Josef Frings de Colonia, y continuó defendiendo el Concilio, incluido Nostra Aetate, el documento que habla acerca del respeto hacia otras religiones, el ecumenismo y la declaración del derecho de libertad religiosa. Fue visto durante el tiempo del Concilio como un reformista convencido.

Ratzinger admitió que era, y en parte sigue siendo, admirador de Karl Rahner, un teólogo académico bien conocido por su «Nueva Teología», que está a favor de la reforma de la Iglesia, y propuso nuevas ideas teológicas; pero, a pesar del acuerdo en muchos puntos y aspiraciones, Ratzinger se dio cuenta que Rahner y él vivían, desde el punto de vista teológico «en dos planetas diferentes», como explica en el libro «Mi vida» (pag. 126), pues la Teología de Rahner estaba caracterizada por la tradición escolástica de Suárez y de su nueva versión a la luz del idealismo alemán y de Heidegger, en la que Escrituras y Padres no jugaban un papel importante y en que la dimensión histórica era de escasa importancia; en contraste, la formación de Ratzinger estaba marcada por las Escrituras y por los Padres de la Iglesia, por un pensamiento esencialmente histórico. En 1966 fue candidato a ocupar una vacante en teología dogmática en la Universidad de Tubinga, donde fue colega de Hans Küng, con quien años más tarde sostendría fuertes enfrentamientos. En 1968 escribió en su libro «Introducción al Cristianismo» que el Papa tenía el deber de oír diferentes voces dentro de la Iglesia antes de tomar una decisión. También escribió que la Iglesia de ese tiempo estaba muy centralizada. Dichos párrafos no aparecieron en ediciones posteriores del libro, porque fueron malinterpretados por autores que utilizaron este texto para cuestionarlo. Durante este tiempo, se distanció de la atmósfera de Tubinga y de los lineamientos marxistas del movimiento estudiantil de la década de los años 60, que en Alemania rápidamente se radicalizaron entre los años 1967 y 1968, culminando en una serie de disturbios en abril y mayo de 1968. En 1969 regresa a Baviera a la Universidad de Ratisbona (Regensburg), en un ambiente académico menos reformista.

El 29 de junio de 1951 recibió junto con su hermano Georgh el sacramento del orden sacerdotal en la catedral de Freising a través del que fuera entonces arzobispo de Múnich y Freising, el cardenal Michael von Faulhaber. Celebró su primera Santa Misa en la parroquia de San Oswaldo en Traunstein y el 30 de julio de 1951 celebró, junto a su hermano en Rimsting, lugar donde su madre había nacido.

En 1972, fundó la publicación teológica Communio junto con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros. Communio, hoy publicada en diecisiete idiomas (alemán, inglés y español, entre otros), se ha convertido en una de las publicaciones católicas más influyentes del mundo.

El 24 de marzo de 1977 Ratzinger fue consagrado arzobispo de Múnich y Freising, y el 27 de junio, Pablo VI lo nombró cardenal del título de S- María Consolatrice al Tiburtino. Durante la asamblea sinodal de la catequesis de 1977, se produce su primer encuentro con Karol Wojtyła, después de muchos años de intercambiar con él correspondencia, ideas y libros.

Como joven profesor de teología, abría a sus alumnos a pensadores en aquel momento considerados avanzados, y que en aquella época incluso tuvieron problemas con la Jerarquía católica, como Yves Congar o Henri de Lubac, además de a los grandes autores protestantes como Karl Barth,Oscar Cullmann o Dietrich Bonhoeffer. Ello le acarreó los recelos del catolicismo más conservador.

Entendía que había que superar la abstracción metafísica de la neoescolástica en la que consideraba estaba atrapada la teología católica. Defendía la necesidad de abrirse a un nuevo lenguaje que, partiendo del Evangelio, conectase existencialmente con las inquietudes del hombre concreto contemporáneo. En ese sentido, no ha ocultado la influencia en su enfoque de la filosofía de existencialistas como Heidegger o Karl Jaspers.

Como asesor en el Concilio Vaticano II del cardenal Frings, defendió un debate abierto y una elaboración de los textos creativa, impulsando las ideas reformistas que se tradujeron en las concepciones renovadas de la relación entre la Iglesia y el Mundo y una nueva manera de exponer las verdades centrales del cristianismo como la Revelación o la Salvación. (Así lo recuerda en el Libro La Sal de la Tierra)

En su estudio sobre la Teología de la Historia en San Buenaventura, aparecen ya algunas constantes de su pensamiento. Para Ratzinger, la fe de la Iglesia ha de fundamentarse en el mensaje de liberación del Evangelio y en la tradición más primigenia del cristianismo, (en particular los Padres de la Iglesia) de los que es posible hacer una relectura significativa para el hombre de hoy. Esto no significa, según él, la defensa del pasado, porque entiende que el depósito de la fe es inagotable, ha de entenderse vivencialmente de un modo dinámico y, por lo tanto, está siempre proyectado hacia lo nuevo.

En su libro Introducción al Cristianismo, defiende que el ser es ser pensado, pensamiento del Espíritu absoluto que se ha revelado como relación. Concibe la relación como una forma primigenia de lo real: la unidad primigenia es unidad en el amor. Así es como hay que entender el dogma de la Trinidad, donde la más intrincada teoría transmite enseñanzas prácticas para concebir el cosmos y la vida, en particular la vida humana cuyo origen y meta está en el amor.

Insiste en este mismo tratado que la omnipotencia divina se descubre en su esencia a través de la entrega del hombre Jesús de Nazareth. Sólo se entiende lo que es Dios en la impotencia y debilidad del pesebre de Belén y la muerte ignominiosa en la Cruz. Esto nos revela la ley de lo abundante, donde el amor se derrocha y suscita la respuesta de la fe que ha de ser, de este modo, una respuesta de amor. En ello se toca lo esencial del ser humano que se encuentra a sí mismo cuando se siente amado y, como respuesta, es capaz de salir de sí mismo al encuentro de los demás, especialmente de los necesitados, y de la Trascendencia. Esta es la idea básica de su libro Mirar a Cristo.

En el terreno moral, ha insistido en que el cristianismo no es un moralismo. La fe cristiana no tiene nada que ver con la religiosidad que busca la recompensa, que se ciñe a un legalismo ético para ganarse supuestamente un derecho a la salvación. La fe en Jesús se basa en la humildad que vive del amor gratuito recibido (gracia) más allá del mérito y el rigorismo. Es esta apertura al don lo que transforma al hombre y produce su conversión (la metanoia del evangelio). Llamó la atención su afirmación de que la moral sexual representaba un capítulo particularmente oscuro y trágico en la historia del pensamiento cristiano, aunque recordó que la concepción de la unión carnal entre el hombre y la mujer como sacramento y manifestación del amor de Dios no ha permitido que se cayera, a diferencia del gnosticismo y del dualismo de las primeras herejías, en una aversión a la sexualidad. Por ello se mostró partidario de una visión antropológica positiva del cuerpo y su lenguaje, que estima coherente con el Dios de la Creación y de la Vida que se revela en la Biblia.

Sobre la Escatología tiene una obra del mismo título donde pretende dar respuesta teológica a una sociedad burguesa atenazada por el miedo al sufrimiento y a la muerte. En esta obra afirma que la fe cristiana está volcada hacia la vida, su meta es vida en todos sus niveles en cuanto a don y reflejo de Dios, que es la Vida. Para la fe cristiana, sostiene, no existe ninguna vida inútil.

Ratzinger reaccionó en el libro Informe sobre la fe ante lo que consideró una deriva caótica del catolicismo tras el Concilio Vaticano II, atribuyéndola a lo que estimaba era una interpretación superficial del mismo que se apuntaba acríticamente a todo lo novedoso por efímero e inconsistente que esto fuera. Así, mostró su preocupación por un relativismo que pone en cuestión la idea de Verdad dogmática y Moral. Para él, la Verdad no es un punto de llegada, es una llamada a la búsqueda sincera donde la razón puede desplegar todas sus energías, pero eso no la diluye ni la transforma en mera invención subjetiva y manipulable. Si se renuncia a la verdad acerca del hombre, se renuncia a su libertad (así lo expresa en su libro Fe, Verdad, Tolerancia). Denunció también el empobrecimiento que para un culto profundo supuso el abandono de una liturgia enraizada en la tradición de la Iglesia.

Combatió, asimismo, la identificación del compromiso social cristiano con la colaboración en las nuevas estructuras de poder revolucionario que surgieron en Latinoamérica. Por ello condenó las manifestaciones más exacerbadas de la Teología de la Liberación, a la que vio influida por un marxismo llamado a desaparecer. También fue crítico con la identificación de la fe cristiana con formas políticas conservadoras, en coherencia con su concepción de un cristianismo que va mucho más allá de la mezquina defensa de estructuras políticas y sociales que siempre serán mutables y pasajeras. Entiende que la fe cristiana es incompatible con la adhesión a sistemas de dominación y opresión, sean del signo que sean. Por ello ha denunciado los males derivados del capitalismo y el liberalismo occidentales

En su Teoría de los Principios Teológicos, materiales para una teología fundamental, sostiene que la Iglesia debe superar sus disputas internas y reflexionar sobre la posibilidad de respuesta que lleva en su interior. Afirma que una de las primeras reglas del discernimiento espiritual consiste en que donde está ausente la alegría y el humor está ausente el Espíritu.

Para Ratzinger, el cristiano occidental vive hoy en una era neopagana, marcada por la idolatría del dinero, el prestigio, el placer y el poder. Por ello la persona está cada vez más aislada y desorientada y la sociedad desprovista de valores humanos consistentes. Ante ello, el cristiano ha de ser el que transmita la liberación del que vive del Perdón y la promesa de la Vida Eterna para todos los hombres. Solo desde estos parámetros se puede recobrar y defender un sentido pleno de la dignidad humana. Muestra su escepticismo ante la eficacia de una reforma estructural de la Iglesia, entiende más bien que lo que hay que hacer es poner esa estructura al servicio del amor. Para él, la Iglesia vive de la alegría que los cristianos experimentan por ser tales.

El 25 de noviembre de 1981, Juan Pablo II nombró a Ratzinger prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Dimitió en la arquidiócesis de Múnich a principios de 1982. Fue nombrado cardenal obispo de Velletri-Segni en 1993, elegido vicedecano del Colegio Cardenalicio en 1998 y finalmente decano del mismo 2002, uniendo como es preceptivo su sede cardenalicia a la de Ostia. Ideológicamente, Ratzinger tiene ideas conservadoras en cuanto al control de la natalidad y el diálogo interreligioso. Fue el cardenal más próximo a Juan Pablo II; Ratzinger y Wojtyla fueron calificados intelectualmente como «almas gemelas».

Por razón de su cargo fue también el responsable de estudiar la compatibilidad de la teología de la liberación con la doctrina católica; le compitió prohibir el ejercicio de la enseñanza en nombre de la Iglesia a teólogos disidentes como Hans Küng, Leonardo Boff y otros, varios de ellos españoles. Con esto mostró su posición como filósofo y teólogo de raíces hegelianas, como su inspirador y maestro, el fallecido Joseph Frings, cardenal del título de S. Giovanni a Porta Latina y arzobispo de Colonia.

Aunque Ratzinger era considerado el favorito por la mayoría de los medios de comunicación internacionales, otros mantenían que su elección estaría lejos de la realidad porque muy pocas predicciones papales en la historia moderna se habían vuelto realidad. Las elecciones de sus predecesores Juan Pablo I y Juan Pablo II habían sido sorpresivas. Aunque era el favorito, fue una sorpresa para muchos que resultara electo.

El 19 de abril de 2005, el cardenal Ratzinger fue elegido como sucesor de Juan Pablo II en el segundo día del cónclave después de cuatro rondas de votaciones. Coincidió con la fiesta de San León IX, el más importante Papa alemán de la Edad Media, conocido por instituir el mayor número de reformas durante un pontificado.

Ratzinger esperaba retirarse pacíficamente y había dicho que «hasta cierto punto, le dije a Dios ‘por favor no me hagas esto’… Evidentemente, esta vez Él no me escuchó».

Antes de su primera aparición en el balcón de la Basílica de San Pedro después de ser electo Papa, fue anunciado por el cardenal chileno Jorge Arturo Medina Estévez, diácono de S. Saba y protodiácono del Colegio Cardenalicio. El cardenal Medina primero se dirigió a la multitud con «Queridísimos hermanos y hermanas» en italiano, español, francés, alemán e inglés, antes de continuar con el tradicional Habemus Papam en latín.[] En la Solemne Inauguración de su Pontificado, que remplaza la ya extinta coronación, el cardenal Medina fue el encargado de imponerle el palio, mientras que Ángelo Sodano, cardenal obispo de Albano y del título in commendam de S. María Nuova, Secretario de Estado, le colocó el «anillo del Pescador».
En el balcón, las primeras palabras de Benedicto XVI a la multitud, dadas en italiano antes de que impartiera la tradicional bendición Urbi et Orbi en latín, fueron:
Queridos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el señor sabe trabajar y actuar con instrumentos insuficientes, y sobre todo me encomiendo a vuestras oraciones. En la alegría del Señor resucitado, confiando en su ayuda continua, sigamos adelante, que el Señor nos ayudará y María Su Santísima Madre estará de nuestra parte. Gracias.

ENCICLICAS

El 25 de enero de 2006, publicó su primera encíclica, Deus Caritas Est. Tras una introducción donde mantiene que la expresión Dios es Amor es el corazón de la fe cristiana, desarrolla un texto con dos partes diferenciadas. En la primera se habla del amor en la creación de Dios y en la historia de la salvación, empezando por definir el concepto de amor, en esta parte entre otras cosas critica la reducción del amor al puro sexo con fines comerciales. No se ha de rechazar el amor erótico pero sí sanearlo para que alcance su verdadera grandeza. En la segunda parte se habla del ejercicio de la caridad por parte de la Iglesia, a la que llama comunidad de amor. La Iglesia no ha de quedarse al margen de la lucha por la justicia, pero no ha de hacer política, sino ofrecer un servicio de amor, que siempre será necesario.

El 30 de noviembre de 2007 se presentó su segunda encíclica, Spe salvi, dedicada a la esperanza e inspirada en la carta de San Pablo a los Romanos. En ella afirma que la vida no acaba en el vacío sino que desemboca en el momento pleno de satisfacción, de sumergirse en el amor infinito, en la vida eterna en la que el tiempo ya no existe. Llama a la autocrítica al cristianismo y lo previene de la tentación del individualismo. Recuerda que la victoria de la razón sobre la irracionalidad es un objetivo de la fe cristiana, pero que la ciencia no redime al hombre, sino que el hombre es redimido por el amor. Advierte que un progreso basado en el mero materialismo es una amenaza y que la experiencia del marxismo nos ha mostrado claramente que un mundo sin libertad no es un mundo bueno. La libertad ha de estar orientada por una esperanza en medio del sufrimiento, el fracaso y las frustraciones de la existencia y de la historia. En ese sentido, el Juicio Final es un consuelo porque supone la revocación del sufrimiento y la respuesta al anhelo de justicia que ofrece un Dios que es a la vez Justicia y Amor.
La tercera Encíclica de Benedicto XVI fue firmada el 29 de junio de 2009 y presentada el 7 de julio. Benedicto XVI aplica las enseñanzas de sus dos primeras Encíclicas -Deus Caritas Est y Spe Salvi- a los grandes temas sociales del mundo de nuestros días. En una primera parte examina las enseñanzas de sus dos predecesores: Pablo VI (especialmente en su encíclica Populorum progressio) y Juan Pablo II. En la segunda parte recorre las grandes amenazas que se ciernen sobre la humanidad en nuestros días. Aborda con realismo y esperanza los problemas creados por la crisis financiera, por la falta de instituciones internacionales capaces de reformar la ineficacia burocrática que alarga el subdesarrollo de muchos pueblos, y por la falta de ética de muchas mentalidades que predominan en las sociedades opulentas.

En marzo de 2007 publicó la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis. En ella reafirma el valor de la eucaristía y su sentido que nace del amor de Cristo y se proyecta hacia el amor a todos los hombres. La unión con Cristo en la eucaristía alimenta el compromiso por la justicia y la reconciliación, el ansia de compartir los bienes, la emancipación de la idolatría del trabajo y el respeto por la Creación.

En noviembre de 2010 fue publicada su segunda Exhortación titulada Verbum Domini con el tema La Palabra en la vida y misión de la Iglesia. Recoge los trabajos realizados en el Sínodo de los Obispos de 2008.

cache_2415682595Motus Proprios

– Motu Proprio Summorum Pontificum sobre la «Liturgia romana anterior a la reforma de 1970» (7 de julio de 2007). En latín; existe traducción no oficial al castellano.

– Motu Proprio con el que el Santo Padre Benedicto XVI restablece la norma tradicional acerca de la mayoría requerida para la elección del Sumo Pontífice (11 de junio de 2007) En Latín

– Motu Proprio Totius orbis con nuevas disposiciones sobre las Basílicas de San Francisco y de Santa María de los Ángeles, en Asís (9 de noviembre de 2005). En alemán, español, francés, inglés, italiano, latín y portugués.

– Motu Proprio para la aprobación y publicación del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (28 de junio de 2005). Disponibles en alemán, esloveno, español, francés, inglés, italiano, portugués y rumano.

– Motu Proprio «La antigua y venerable Basílica» para la Basílica de San Pablo Extramuros y para su complejo extraterritorial (31 de mayo de 2005). Publicado en alemán, español, francés, inglés, italiano y portugués.

En abril de 2007 publicó la primera parte su libro Jesús de Nazareth en la que reflexiona sobre la figura de Jesucristo en calidad de teólogo, no como sumo pontífice de la Iglesia católica. Ha sido un éxito internacional de ventas. En él sale al paso de ideas recientes que reducen la figura del Jesús histórico a un mero moralista rebelde o liberal, a un profeta escatológico o un revolucionario político. Sin rechazar frontalmente estas visiones, Benedicto XVI, hace hincapié en que el factor de inteligibilidad clave es la unión de Jesús con el Padre. Esta vivencia de intimidad con Dios le otorga autoridad para presentarse como un nuevo Moisés que renueva la Ley judía (Torá) para darle pleno cumplimiento en la predicación de las bienaventuranzas (la pobreza, la mansedumbre, la pureza de corazón…) y el amor al enemigo. Su experiencia de Hijo le lleva a la obediencia de un amor entregado hasta la muerte. Jesús era el Rey esperado por Israel, pero un rey que rechaza la tentación demoníaca del poder y se presenta en la humildad de su origen, su cercanía a los pecadores y su servicio a todos. Existe una plena correspondencia entre el Jesús histórico que anunció e hizo presente el Reinado de Dios y el Cristo de la fe de las primeras comunidades de creyentes. Los evangelios, por lo tanto, sin ser reportajes exactos de lo acontecido, nos revelan la verdadera Persona de Jesús y su significación auténtica como Hijo de Dios. Apartando esta expresión de sus antecedentes mitológicos y políticos, la condición de Hijo permite asomarnos al interior de Jesús que nos da a conocer a Dios como Abba (Padre, en arameo). En ello radica la originalidad de Jesús y su novedad.

EL 24 de marzo de 2006 en la Plaza de San Pedro celebró su primer Consistorio Ordinario público para la creación de nuevos cardenales.

El 17 de octubre de 2007, tras la Audiencia General, anunció un segundo consistorio para la creación de nuevos cardenales, entre ellos tres españoles y cinco latinoamericanos. Tuvo lugar el 24 de noviembre de 2007 y se nombró a 18 cardenales y otros 4 más que habían cumplido ya 80 años. El Papa comunicó su intención de haber nombrado también al anciano obispo Ignacy Jez, de Koszalin-Kolobrzeg (Polonia), que falleció el día anterior al anuncio.

El Papa Benedicto XVI decidió que, tal como se hacía antes, las beatificaciones las llevara a cabo el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que actualmente se encuentra en la persona de José Saraiva Martins C.M.F., cardenal diácono de N. Signora del Sacro Cuore. En algunos casos, ha delegado en otros cardenales. En cualquier caso, el rito de beatificación se celebra -salvo excepciones- en la iglesia local más directamente vinculada con el nuevo beato. Entre las beatificaciones durante el Pontificado de Benedicto XVI destacan Mariana Cope de Molokai (1838-1918), Clemens August Graf von Galen, obispo de Münster (1933-1946 cardenal), Josep Tàpies y seis compañeros sacerdotes de la diócesis de Urgell, que murieron mártires en 1936, Carlos de Foucauld, José Anacleto González Flores y ocho compañeros mártires en México en 1927, Antonio Rosmini.

El 28 de octubre de 2007 el Santo Padre aprobó la mayor beatificación «masiva» de la historia de la Iglesia, 495 mártires españoles; la celebración no la presidió él, pero tuvo una audiencia privada con los peregrinos y obispos españoles.

Diálogo con religiones no cristianas

En 2000, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento titulado Dominus Iesus, que reafirmaba la histórica doctrina y misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio. Esto sorprendió a los que erróneamente pensaron que la Iglesia anteriormente había repudiado este papel único en el mundo.

Este documento apuntaba el peligro para la Iglesia de teorías relativistas que justifican el pluralismo religioso negando que Dios se haya revelado a la humanidad.

El Congreso Judío Mundial celebró su elección al pontificado, haciendo notar «su gran sensibilidad a la historia judía y al Holocausto».

El Dalai Lama felicitó al antes cardenal por su elección como Papa Benedicto XVI

El Papa condenó fuertemente las caricaturas de Mahoma, primero publicadas por un diario danés y luego en otras publicaciones europeas. «En el contexto internacional en el que vivimos en el presente, la Iglesia Católica continúa convencida de que, para mantener la paz y el entendimiento entre personas y hombres, es necesario y urgente que las religiones y sus símbolos sean respetados», dijo. Agregó que esto implica que «los creyentes no sean objeto de provocaciones que afecten sus vidas y sentimientos religiosos. Destacó que «para los creyentes, así como la gente de buena voluntad, el único factor que puede llevar a la paz y fraternidad es el respeto hacia las convicciones y prácticas religiosas de otros».

El 16 de abril de 2006, en su primer mensaje de Pascua, hizo un llamado por una solución pacífica en el conflicto nuclear con Irán. Dijo: «Acerca de las crisis internacionales ligadas al poder nuclear, que haya una solución honorable que lleve a una negociación seria y honesta». También hizo un llamado para el establecimiento de un estado palestino. Dijo: «Que la comunidad internacional, que reafirma el derecho de Israel a existir en paz, asista al pueblo palestino para salir de las precarias condiciones en las que vive y para construir su futuro, para la constitución de un estado que sea verdaderamente suyo».

Su visión de la guerra en Irak es que «no tiene justificación moral». Como cardenal, fue crítico de la decisión del Presidente George W. Bush de enviar un ejército al corazón del Islam. Dijo que «El concepto de guerra preventiva no aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica».

Origen del nombre de Benedicto XVI

Oficialmente, Joseph Ratzinger ha elegido el nombre pontifical de Benedicto XVI en homenaje a Benedicto XV. El Santo Padre explicó a los peregrinos la razón del nombre que eligió al ser nombrado Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal. Dijo: «He querido llamarme Benedicto XVI para relacionarme idealmente al venerado pontífice Benedicto XV, que ha guiado a la Iglesia en un periodo atormentado por el primer conflicto mundial. Fue valiente y auténtico profeta de paz y actuó con extrema valentía desde el inicio para evitar el drama de la guerra y después al limitar las nefastas consecuencias».[36] Haciendo explícita referencia al tema de la reconciliación manifestó el deseo de «poner mi ministerio al servicio de la reconciliación y de la armonía entre los hombres y los pueblos, profundamente convencido que el gran bien de la paz es sobre todo don de Dios, don frágil y precioso que debe ser invocado, tutelado y construido día tras día con el aporte de todos».

Asimismo hizo referencia al Padre del monacato occidental diciendo que «el nombre de Benedicto evoca, además, la extraordinaria figura del gran ‘Patriarca del monacato occidental, San Benito de Nursia. La progresiva expansión de la Orden Benedictina fundada por él ha ejercido un influjo enorme en la difusión del cristianismo en todo el Continente. San Benito es por ello muy venerado en Alemania y, en particular, en Baviera, mi tierra de origen. Constituye un fundamental punto de referencia para la unidad de Europa y un fuerte reclamo a las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización».

El escudo papal de Benedicto XVI conserva algunos elementos originales del escudo episcopal del cardenal Joseph Ratzinger y descarta la tradicional triple tiara pontificia, reemplazándola por una mitra.
El mismo papa agregó el palio, la estola de lana que simboliza la autoridad episcopal.

Según Mons. Andrea Cordero Lanza di Montezemolo, arzobispo italiano experto en heráldica y creador del nuevo escudo papal, «Benedicto XVI ha escogido un escudo de armas rico en simbolismo y significado, para poner su personalidad y papado en las manos de la historia».

Benedicto XVI mantuvo la concha que simboliza al peregrino y también alude a una historia de San Agustín sobre un niño que, con una concha, pretendía verter el mar en un agujero.

El escudo mantiene elementos que evocan los orígenes bávaros del nuevo Pontífice. Lleva en la esquina superior izquierda, el Moro de Frisinga, la cabeza coronada de un etíope que desde hace mil años aparece en el escudo de los obispos de esta ciudad bávara.

En su libro «Mi Vida», el entonces cardenal Ratzinger explicó que utilizó el moro como «expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce ninguna distinción de raza ni de clase».

En la parte superior derecha figura el Oso de Corbiniano, que hace referencia a la leyenda del obispo Corbiniano, que predicó el Evangelio en la antigua Baviera y es considerado el padre espiritual de la Arquidiócesis de Múnich-Frisinga.

Según la tradición, cuando el obispo viajaba a Roma, un oso devoró al animal de carga que llevaba. Corbiniano obligó al oso a llevar sobre su espalda el equipaje hasta la Ciudad Eterna. Una vez en Roma, lo dejó libre.

«El oso que llevaba la carga del santo me recuerda una de las meditaciones sobre los salmos de San Agustín. En los versículos 22 y 23 del salmo 72 (73) veía él expresado el peso y la esperanza de su vida. Aquello que él ve que expresan estos versículos y que presenta en su Comentario es como un ‘autorretrato’ trazado ante Dios y, por tanto, no sólo un pensamiento piadoso, sino explicación de la vida y luz en el camino. Me ha parecido que lo que Agustín escribe aquí representa mi destino personal», indicó el entonces Purpurado en su autobiografía.

El escudo se completa con las dos llaves cruzadas símbolo del ministerio de Pedro.